La palabra bonsái significa “árbol en maceta”. Tal y como hemos mencionado en la introducción del artículo, al contrario de lo que pueda parecer, un bonsáis no es un árbol genéticamente diminuto, su pequeño tamaño se consigue gracias a un paciente trabajo de poda y atención constante. A continuación te contamos 13 curiosidades sobre los bonsáis que seguro que no sabías:

  1. En China y Japón se conservan ejemplares de más de 1.000 años de antigüedad.
  2. Consideradas verdaderas reliquias del arte floral y vegetal del pasado, pueden alcanzar precios superiores a los 400.000$.
  3. La primera mención a los bonsáis  se remonta al s III a. C., en China.
  4. Crear un bonsái es una obra maestra que, a diferencia de otras formas artísticas, evoluciona y cambia cada día.
  5. El bonsái es un árbol y por lo tanto, una planta de exterior que necesita agua y la luz del sol para sobrevivir.
  6. Hay que regarlos a diario en toda la superficie de su recipiente, incluso por las hojas y el tronco.
  7. En Japón, hasta hace pocos años, para que una familia fuera considerada de “rancio abolengo” debía poseer al menos un bonsái de más de 300 años.
  8. Para que un bonsái pueda considerarse “perfecto”, debe contar con una especie análoga en sus condiciones originales de forma, tamaño y aspecto.
  9. El cultivo de los bonsáis en la Antigüedad estaba reservado a las clases altas ya que representaban cualidades como el refinamiento, la grandeza de espíritu y la nobleza.
  10. Algunas de las especies más bellas, especialmente las coníferas y las caducifolias, se desarrollan mejor en climas fríos.
  11. Los bonsáis son los únicos árboles que no se plantan para poder alimentarnos por sus frutos, aprovechar su madera o repoblar los bosques. Su función ha pasado a ser exclusivamente la de un bello elemento de alto poder decorativo y relajante.
  12. Antiguamente se creía que a través del cultivo de un bonsái una persona era capaz de alcanzar la inmortalidad.
  13. Algunos bonsáis son famosos y están en museos o colecciones privadas. Por ejemplo, el «Pino Blanco de Yamaki» en el Museo Nacional de Bonsái en Washington D.C. sobrevivió a la bomba atómica de Hiroshima y tiene más de 390 años.